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Supongamos una generación

Delimitar una cantidad de tiempo implica siempre un gesto arbitrario. Una seña de un agente externo que se asume a sí mismo fuera del devenir e indica una porción desde parámetros inventados. Implica también una especie de juego. Un hacer de cuenta que: “Haz de cuenta que, cada que se esconde el sol, acabó un día; haz de cuenta que, cuando vuelve a pasar por el mismo punto de su órbita, pasó un año”. Supongamos entonces una generación: un lapso de tiempo que, de alguna manera, contextualiza a un grupo de personas. Hagamos de cuenta que haber nacido con poco tiempo de diferencia nos concentra a unas y a otros. Nos inventamos un conjunto que nos puede enseñar sobre lo que reúne. Sin importar si se escapan singularidades, por ahora bastará con la de haberse encontrado.


Ese encuentro acontece situado en una franja temporal. Haber crecido cerca, en conjunto, formados y formadas en la misma escuela, acompasó una serie de temascompartidos entre este grupo de artistas. Los años noventa —determinados por una bisagra temporal (quizás arbitraria, pero visible), después de la caída del mundo polarizado, marcados por la crisis y sus convulsiones, por las ibm y los comienzos de los celulares— se abrieron a la posibilidad de resignificar la potencia de lo propio y lo común. Se reestructuró aquello que la sensibilidad puede lograr: la ruptura de los grandes discursos y el nacimiento de nuevas formas de comunicarse. Se organizó la crítica política al sistema, así como el repudio generalizado al establishment y hasta las denuncias al imperio. Este grupo de artistas se formó entre un mundo análogo y la posibilidad de desconectarse, se vinculó rompiendo con lo anterior y construyendo una comunidad crítica hasta de su propia sensibilidad. Encontró, incluso, el vigor de cambiar de lugar el punto de fuga. Estos puntos se convierten en los hilos de un tejido que se hace visible en el conjunto de obras junto al ejercicio de que supongamos una generación. Algunas de estas obras tejen con el cuerpo y su potencia, otras con el paisaje estratificado en diversas capas sensibles, con las ciudades y las líneas que las configuran, con esculturas que reúnen polvo y vestigios, mapas de deshechos, espacios vacíos, contrastando la frialdad de la página web y la búsqueda en coordenadas virtuales con la plástica y la técnica artística. Habiendo vivido el resultado de estirar las capas del mundo hasta sus últimas consecuencias, una diversidad de artistas refleja en su obra cómo se quebrantan las líneas que fijaban los términos de un mundo autocomplacido. Capas de memoria que se reúnen para jugar a que esto somos ahora. 


Emilio Araujo Espinosa

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"Selfie Guy"

Acrílico sobre papel

48 x 32 cm

2021

"Selfie bread"

Acrílico y tinta sobre papel

56 x 35 cm

2021

"Cerro que humea"

Acrílico sobre papel

108 x 81 cm

2021

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